ÍNDICE
- Libros del «Innombrado Detective» en orden:
- ¿Quién es el innombrado detective o el paciente del Doctor Sugrañes?
- Libros de Veronica Speedwell en orden: ¿Cómo leer la serie de Deanna Raybourn?
- Libros de Mary Russell en orden: ¿Cómo leer la serie de Laurie R. King?
- Libros de Sun Piao en orden: ¿Cómo leer la serie de Andy Oakes?
- Libros de Charms and Chocolate Chips en orden: ¿Cómo leer la serie de Bailey Cates?
- Los libros de Ruth Galloway en orden: ¿Cómo leer la serie de Elly Griffiths?
- Libros del Comandante Servaz en orden: ¿Cómo leer la serie de Bernard Minier?
- Libros de misterios de Liss MacCrimmon en orden: ¿Cómo leer la serie de Kaitlyn Dunnett?
- Libros Bajo sospecha en orden: ¿Cómo leer la serie de Mary Higgings Clarke?
- Libros del Comisario Montalbo en orden: ¿Cómo leer la serie de Andrea Camilleri?
- Serie de Tracy Crosswhite en orden: ¿Cómo leer los libros de Robert Dugoni?
- Libros de Elvis Cole y Joe Pike en orden: ¿Cómo leer la serie de Robert Crais?
- Libros de Vera Stanhope en orden: ¿Cómo leer la serie de Ann Cleeves?
Libros del «Innombrado Detective» en orden:
1.- El misterio de la cripta embrujada
Las enigmáticas desapariciones de niñas del colegio de las madres lazaristas de San Gervasio son el punto de inicio de la aventura indagatoria que tiene como protagonista a un cliente del manicomio, quien, obligado a convertirse en investigador, se verá envuelto en toda clase de percances de los que logrará salir llevando a cabo su cometido y descubriendo una intrincada farsa de gente pudiente. Aparentemente nivelada y lisa, la escritura de Mendoza constituye un espléndido ejemplo de investigación literaria personal, ajena a todo mimetismo, que ahonda en las posibilidades de volver del revés, sin infringirlas a primera vista, las posibilidades del relato tradicional, e indagar así, como un buen detective, o como un personaje de Henry James en el dibujo que se nos muestra al dorso del tapiz de la trama. Una farsa burlesca y una sátira moral y social que tiene sus raíces últimas en la picaresca y en el modelo cervantino.
2.- El laberinto de las aceitunas
El laberinto de las aceitunas sitúa nuevamente en el centro de una espiral de intriga al detective manicomial y paródico que protagonizará El misterio de la cripta embrujada. Arrastrado por el azar más disparatado, en esta ocasión ha de enfrentarse a una desconocida red de maleantes que a toda costa trata de recuperar un maletín repleto de dinero y perdido en curiosas circunstancias.
No es menos deslumbrante aquí que en sus obras anteriores la capacidad de Eduardo Mendoza para la escritura que contiene en sí su propia caricatura, a la vez que la de un género, el policiaco, y la de una sociedad multiforme, ridícula y degradante que sólo puede ser reconocida a través de los más variados registros expresivos. Pero su imaginación literaria va esta vez todavía más lejos: en un triple salto mortal llega, por la distorsión de la peripecia policial, no ya al reino del humor y el absurdo, sino al de la fabulación que roza, tras lo esperpéntico, el área del prodigio surreal.
3.- La aventura del tocador de señoras
Algo más entrado en años, pero igual de estrambótico, nuestro héroe abandona definitivamente el manicomio en el que lleva décadas confinado, con la idea de encauzar su vida. No se espera de él que resuelva enigma alguno, pero su destino le llevará a hacerlo. Tampoco la ciudad que le aguarda es la Barcelona cambiante de la transición o la todavía en ebullición de comienzos de los años ochenta: nos encontramos en la resaca postolímpica, en un mundo que se ha vuelto a la vez más turbio y más complejo, pero cuyas leyes permanecen tan inescrutables para el improvisado sabueso como las de antaño. Sin más recursos que los que le brinda un instinto que sin él saberlo es el propio del pícaro, ha de encararse a una malla de lianas invisibles, aunque mortíferas, que tejen un entramado de crimen y corrupción.
La aventura del tocador de señoras es una narración delirantemente divertida, marcada por el contraste entre el carácter hilarante de cada peripecia o detalle expresivo y la dureza del retablo social que dibuja el conjunto. Tras un prolongado silencio, Eduardo Mendoza regresa a la novela para alcanzar una de sus cimas narrativas.
4.- El enredo de la bolsa y la vida
Años después de dejar el sanatorio mental donde compartieron celda, Rómulo el Guapo le propone un golpe a nuestro protagonista. Su negativa y la misteriosa desaparición de Rómulo serán el arranque de un enredo para resolver un caso de repercusiones internacionales con la ayuda de un infalible equipo: la adolescente Quesito, el timador profesional Pollo Morgan, el africano albino Kiwijuli Kakawa, conocido como el Juli, la Moski, acordeonista callejera, el repartidor de pizza Manhelik y el señor Armengol, regente del restaurante Se vende perro.
Eduardo Mendoza regresa con una sátira genial, como las que sólo él sabe hacer. En ella la fábula crea su propia verosimilitud, que es, paródicamente, la del género policial, y la de la farsa convertida en apólogo moral. No se puede contar el libro sin una sonrisa; pero es imposible leerlo sin carcajadas, y sin comprender que en la Europa en quiebra técnica que habitamos no basta con el humor dinamitero e inventivo: es preciso, además, el don de la lucidez.
5.- El secreto de la modelo extraviada
En la nueva novela de Eduardo Mendoza, El secreto de la modelo extraviada, el detective loco que protagonizó El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y recientemente El enredo de la bolsa y la vida recuerda un caso aparentemente cerrado de los ochenta y no ceja en su empeño de resolverlo más de veinte años después. El detective más divertido de la narrativa española nos cuenta aquí su doble aventura:
«Para el que ha pasado buena parte de su vida encerrado en un manicomio, aunque sea injustamente, como es mi caso, una reacción absurda no tiene nada de particular, aunque eso suponga meterse en líos. La cuestión es que un incidente trivial me trajo recuerdos y viajé al pasado (con la memoria, ya he dicho que no estoy loco). Años atrás me vi envuelto en un asunto feo. Habían asesinado a una modelo y me culpaban a mí. Por supuesto, sin razón: una modelo no haría caso a un tipo como yo ni asesinándola. Simplemente, había un oscuro enredo, estaba metida gente importante y pensaron que yo podía servir de cabeza de turco o de conejillo de indias, o como sea que se llame el desgraciado que paga los platos rotos. Para salvar el pellejo tuve que recurrir a mi ingenio y a métodos poco convencionales y pedir ayuda a personas de mi círculo, no siempre recomendables. No sé si salí bien parado del intento, pero salí. Ahora todo aquello ya es agua pasada. Sin embargo, un impulso me ha hecho volver sobre mis pasos, recorrer los antiguos escenarios, buscar a las personas que fueron protagonistas de aquel oscuro caso, y resolverlo por fin. Pero las cosas han cambiado. No sólo las personas y la forma de vivir, sino sobre todo la ciudad. En aquella época, Barcelona era una cochambre. Hoy es la ciudad más visitada y admirada. ¡Quién nos lo iba a decir! La Barcelona del presente no tiene nada que ver con la Barcelona del pasado. ¿O sí?».
¿Quién es el innombrado detective o el paciente del Doctor Sugrañes?
Nuestro protagonista es el interno de un manicomio, más adelante peluquero, que a instancias de la policía se enfrenta al mundo criminal.
Se crió en una barraca de uralita y cartón en una barriada no postinera. Su padre fue un fabricante de lavativas, poco afectuoso e irritable que terminó abandonando la familia. Su madre, una mujer que ejercía un amor absoluto y posesivo, acabó sus días en la cárcel a causa de un escándalo. Se vio obligado a sobrevivir a costa de su hermana Cándida, que ejerce la prostitución pese a su talante huraño y su genio vivo y a que la naturaleza no la ha concedido encantos, ni talento, ni sentido común.
Su escuela fue la calle y su maestro las malas compañías. Sus pasos le condujeron al mundo del delito, donde no destacó por ser torpe, pusilánime y sin imaginación. Fue confidente de la policía. Terminó cumpliendo condena en un sanatorio mental, dirigido por el Dr. Sugrañes, del que le fue imposible salir pese a los numerosos recursos interpuestos.
No es joven ni guapo. Esmirriado, hocicudo, ceñudo, con cara de nabo. Sus facciones sólo llaman la atención de los primatólogos. Pese a haber tenido una educación deficiente, no tiene un pelo de tonto.
No conocemos su nombre, utiliza el apellido del doctor acompañado del nombre adecuado a las circunstancias: Ceferino Sugrañes en la primera ocasión, Arboreo Sugrañes para hablar con un jardinero, Fervoroso Sugrañes para dirigirse a un hombre piadoso, Rodrigo Sugrañes para presentarse como miembro de una agencia de publicidad… O Pilarín Cañete en la segunda novela.
El comisario Flores, hombre de agraciado físico, aliñado vestir, gesto viril y labia fácil es el responsable de meterle en casi todos los líos.